"El mundo está gobernado por las grandes corporaciones; los derechos humanos importan muy poco"
El caso Chevron: entrevista a Pablo Fajardo Mendoza
eldiario.es
Hace casi seis años, el 14 de febrero de 2011,
Pablo Fajardo Mendoza consiguió una cosa impensable tiempo antes.
Chevron Corporation, la segunda petrolera de EE.UU, fue condenada a
pagar nada menos que 9.500 millones de dólares por contaminación
masiva a los pueblos indígenas de la amazonía ecuatoriana.
Toda una
multinacional derribada en los juzgados de Lago Agrio (Ecuador) por
el empeño de este abogado en denunciar un daño medioambiental y
personal a la altura del de Chernobil o el más reciente de BP en el
Golfo de México. Su lucha viene de mucho tiempo atrás, casi tanto
como el que parece que le queda por delante para que la sentencia se
ejecute y se repare el perjuicio causado. Una suerte de justicia
imposible que dura un cuarto de siglo.
Este David nació hace 43 años en la provincia
de Manabí, en la costa de Ecuador, y lleva más de media vida
representando legalmente a los pueblos de la amazonía ecuatoriana,
agrupados en la Unión de Afectados por las operaciones de la
Petrolera Texaco (UDAPT), la Goliat de esta historia. Fajardo ha
estado estos días en Sevilla en la jornada 'Crímenes
económicos contra la humanidad: cuestiones en torno a su noción,
identificación y sanción', organizada por la fundación
para la Cooperación APY-Solidaridad en Acción, y atiende a
eldiario.es en un hotel de la capital.
El abogado recuerda bajar del autobús en su
pueblo, Shushufindi, y pisar sólo petróleo. Hasta la Amazonía
ecuatoriana llegó a vivir con sus padres y hermanos. Eran finales de
los 80 y aquel chico de unos 14 años empezaba a buscarse la vida.
Cada vez que había un problema en su pueblo y un vecino quería
presentar una denuncia contra la Texaco por los perjuicios
ocasionados se le decía 'busque un abogado que les
ayude'. Así fue como decidió su profesión y montó una
pequeña oficina de derechos humanos.
El camino no ha sido fácil. Ni mucho menos.
Chevron, en 1964, había obtenido una concesión de más de un millón
de hectáreas en la Amazonía norte de Ecuador para explorar y
extraer petróleo. Siekopai, Sionas, Cofanes, Waorani, Tetetes y
Sansahuari habitaban la zona. Vertidos de agua tóxica a los ríos,
cientos de kilómetros de carretera cubiertas de crudo,
deforestación, graves problemas de salud entre los habitantes, más
de 450.000 hectáreas de bosque tropical amazónico destruidas. "Uno
de los peores desastres ambientales de la historia de la humanidad",
recuerda el abogado y, con el tiempo, "un caso paradigmático y
un referente de la impunidad de las grandes corporaciones ante hechos
delictivos", apuntan los organizadores del encuentro.
15 abogados frente a 2.000
Más de 30.000 indígenas y campesinos,
representados por Fajardo, interpusieron en 1993 ante un tribunal de
Nueva York una demanda contra la compañía en busca de una
reparación del daño por sus operaciones. El sistema judicial
norteamericano, nueve años después, rechazó que fuera competente
para ello y el caso volvió a Ecuador donde, finalmente, en 2011, el
pueblo venció a la todopoderosa compañía. Chevron, durante el
proceso, fue retirando su presencia en el país sudamericano, y alega
también que un acuerdo que firmó en 1998 con Ecuador les absuelve
de responsabilidad tras una reparación parcial del daño.
Persecuciones, espionajes, lobbys han convivido
con Fajardo y su demanda, según relata. Su equipo de defensa cuenta
con unos 15 letrados en total, "algo menos" que los 2.000
abogados de Chevron, ironiza Fajardo. Los demandantes, al no poder
ejecutarse la sentencia en el país de donde es la corporación
(Estados Unidos), siguen tratando de homologar la sentencia en
jurisdicciones extranjeras (Canadá, Brasil o Argentina), donde
Chevron "procura ocultarse bajo empresas subsidiarias" o
filiales.
"El sistema de garantías de acceso a la
justicia no existe ante las grandes corporaciones. Los estados sí,
pero ellas no. El sistema no puede responder contra los crímenes
causados por ellas. Hay un vacío juridico. Las cortes de derechos
humanos pueden responder por las personas ante los estados pero no
frente a las transnacionales. ¿Qué ocurre entonces cuando el mundo
tiene que luchar contra el sistema? Que se ve obligado a actuar fuera
del sistema y aparecen los grupos subversivos", explica el
abogado.
El pasado agosto, una corte federal de
apelaciones en Nueva York confirmó el rechazo de la justicia
americana a que la compañía tenga que hacer efectivo el pago de
9.500 millones de dólares en Estados Unidos. "En uno de los
juicios, a un abogado de Chevron le preguntó el juez que, si no era
en Estados Unidos, en qué jurisdicción creía que debía ejecutarse
la sentencia. El abogado dijo que en ninguna. Chevron siempre ha
vuelto a su país para buscar protección. Un tribunal estadounidense
llegó a prohibir la ejecución de la sentencia. Es terrorismo
judicial contra los afectados", lamenta Fajardo.
"Han llegado a sobornar a gobiernos con
déficit energético, como Argentina. El chantaje les funcionó.
Compran impunidad con inversiones económicas porque su estructura es
gigante y está dispersa en paraísos fiscales, una telaraña para
eludir responsabilidades. Es un juicio contra el sistema que se lo
permite y lo quieren demorar lo más posible. Es luchar contra un
monstruo, respaldadado por su país". Fajardo ejemplifica su
argumento recordando lo que una vez dijo un abogado de la
multinacional: 'No podemos permitir que un pequeño país dañe así
a una gran corporación como Chevron'. "El mundo está gobernado
por las grandes corporaciones; los derechos humanos importan muy
poco", sentencia.
Fajardo explica que "solos no podemos
avanzar" y que su lucha es "la lucha contra un red de
corrupciones globales que goza de impunidad corporativa planetaria",
por lo que abogan por "hacer fuerza común y colectiva".
"Nuestro compromiso sigue siendo con las víctimas y nuestro
objetivo es la reparación del daño. También queremos generar una
red de conciencia y luchar contra la destrucción de la tierra,
creando instrumentos jurídicos que llenen los actuales vacíos
jurídicos, para el futuro y para el de nuestros hijos, y dejarles un
mundo mejor".
El lugar común no impide que a Fajardo se le
vidrien los ojos al nombrar a sus niños. Su mujer falleció hace
cuatro años. Sus hijos mayores tienen 19 y 12 años, y una pequeña
de 3. Sólo el año pasado contó 73 viajes en autobús entre Qutio y
el pequeño pueblo de la Amazonia. Una semana partida en dos partes
desiguales y nada menos que siete horas de viaje. Multipliquen. "La
vida no tiene precio", repite. "Vamos a conseguirlo, no sé
cuándo, nos va a costar mucho todavía, pero el sacrificio tiene que
tener esperanza de resultado. Hay que tener confianza en la lucha
social de los pueblos".
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