Ecuador aún lucha para superar el trauma del terremoto
asoecuador.org
Un sábado cualquiera, a las 18.58 de la tarde,
los ecuatorianos están en el cine, cenan algo en el patio de comidas
de un centro comercial o pasan el rato en su casa. Ese día suele
haber pocos coches por las calles cuando de lunes a viernes, a esa
misma hora, se taponan las principales vías de las ciudades. Pero un
sábado cualquiera del año pasado, el del 16 de abril, no se ha
borrado de la memoria colectiva. 55 segundos bastaron para que hoy,
cuando se cumple un año, Ecuador siga hablando del terremoto
que se llevó la vida de 671 personas, que hirió a 4.879 más,
que obligó a esperar entre los escombros hasta ser rescatados a
otras 113 más y que también desplazó a 80.000 de sus casas.
En 2017, el seísmo de 7,8 en la escala de
Richter es arma arrojadiza en campaña electoral, es motivo de
discusión política entre la gente común, sigue siendo además
orgullo nacional por la respuesta solidaria y unida de los ciudadanos
durante los días posteriores a la tragedia y es la portada de los
principales periódicos e informativos. Hoy, cuando han transcurrido
365 días mucho más rápido que el escaso y eterno minuto que asoló
dos provincias de la costa norte ecuatoriana, se hace recuento de lo
recuperado y de lo que falta por hacer.
Las familias ya no lloran ni se desesperan ante
las cámaras de televisión, pero casi 4.000 personas siguen viviendo
en albergues temporales. Podrán permanecer ahí hasta la tercera
semana de mayo, que es la fecha prevista por las autoridades para
cerrar los campamentos de emergencia. El terremoto afectó a 69.000
viviendas, de las que 22.015 necesitaban volver a construirse de cero
y se demolieron casi 10.000 edificios, según la recopilación de
estadísticas del Comité de la Reconstrucción.
La recuperación total de Manabí y Esmeraldas,
las dos provincias más golpeadas por el terremoto, durará hasta
tres o cuatro años, de acuerdo con el presidente Rafael Correa. El
mandatario ecuatoriano hizo un repaso, en su habitual comunicado a la
nación de los sábados, a los avances en la recuperación y recordó
que el costo de la reconstrucción supera los 3.000 millones de
dólares para recomponer, junto a las viviendas, los negocios, las
empresas y los servicios básicos, los 83 kilómetros de carreteras
destruidos, las 875 escuelas, los 51 centros médicos y hospitales.
Este año, además de cumplirse un año del
imprevisible terremoto, Manabí se ha reencontrado con un viejo
enemigo conocido: un invierno demasiado lluvioso. En Ecuador, la
etapa invernal se refiere normalmente a los meses de diciembre a
abril cuando hace más calor y llueve más. Tanto más ha caído
entre marzo y abril que se ha declarado la alerta naranja en seis
provincias. Los 1.400 eventos entre inundaciones, deslizamientos de
tierra en las poblaciones de las laderas de Los Andes, hundimientos
de carreteras y desbordamiento de ríos han provocado la muerte de 26
personas, han afectado a otras 127.000 y a 29.000 viviendas. Se han
destruido también 7.000 hectáreas de cultivo, como el arroz que es
uno de los alimentos básicos de la dieta ecuatoriana, según los
últimos reportes de la Secretaría General de Riesgos.
A diferencia de Perú y Colombia, no ha habido
grandes sucesos, pero la erosión constante de las lluvias ha
afectado a 26.000 ecuatorianos dejando pueblos anegados donde el agua
ha subido a cinco metros en los momentos más críticos y a la altura
de la rodilla, en su punto más bajo. Para poder movilizar fondos que
estaban previstos para otros menesteres, según las autoridades, el
Gobierno ha declarado esta semana el estado de emergencia en las
zonas comprometidas y ha renovado, un año después del terremoto, el
estado de excepción declarado entonces en Manabí.
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