Los papeles de Hicham: La odisea de los sin papeles en España
Hicham trabaja en un puesto de kebab en la feria de una ciudad andaluza este verano. JUAN CARLOS TORO
elpais.com
Por solo 41 euros, en poco más de una hora,
cualquier español puede volar de Madrid a Rabat. Jamás viajar fue
tan barato en un mundo más pequeño que nunca. Pero no para todos.
El viaje de norte a sur es un suspiro. De sur a norte, una odisea.
El marroquí Hicham Aidami, futbolista del equipo
amateur de inmigrantes Alma de África, de Jerez, hubiera venido
encantado en Ryanair. Pero entró en Algeciras agarrado a los bajos
de un camión. Tenía 17 años y cuatro meses. Como para tantos,
Europa era su Eldorado. Pero sin una ventanilla donde pedir permiso
para entrar, se buscó la vida.
Tras varios años sin papeles, en la
clandestinidad, acaba de conseguir la preciada tarjeta que le permite
vivir y trabajar legalmente en España. Es probablemente la mejor
noticia que ha recibido en su vida. Tiene 23 años. Es cocinero.
Le dio la noticia Alejandro Benítez,
el presidente de Alma de África, el club de fútbol que sirve de
hilo conductor a esta serie The
New Arrivals sobre los inmigrantes y refugiados en España.
Era finales de mayo. Fue a buscarle
a la feria de una ciudad andaluza donde el lateral derecho había
encontrado unos días de trabajo. Hicham sabía que tendría visita
porque Victoria Guillamondegui, de 48 años, su orientadora en la ONG
Accem, le había advertido por teléfono de que el presi
iba para allá para darle una sorpresa.
"Me he puesto contento y tó", recuerda
al recordar aquel instante este joven serio que no acabó la
secundaria y siempre habla en presente. "Y cuando se ha ido, me
he puesto a llorar y tó, de verdad". Hicham salía por fin del
limbo.
Para quienes vienen de países con problemas, o
simplemente pobres, cruzar fronteras legalmente es un laberinto
burocrático infernal. O misión imposible. Para Hicham, como para
cualquier inmigrante o refugiado, los papeles eran la obsesión.
Sin el apoyo inicial del Estado y de las varias
ONG que le han amparado desde que es mayor de edad, este marroquí
estaba abocado a la marginación. Porque la ley española requiere a
quien entra ilegalmente desde África que esté tres años en la
clandestinidad antes de poder siquiera presentar la solicitud para
regularizar su situación.
Los papeles son el bien más preciado entre las
escasas posesiones de los migrantes. Todos atesoran documentos,
órdenes de expulsión, escritos, sellos, certificados, recetas
médicas en raídas carpetas. Cualquier trazo —oficial o no— que
documente sus vidas, que demuestre cuándo llegaron y qué han estado
haciendo desde entonces, es valioso.
Manejarse por el laberinto de la burocracia y la
ley de Extranjería es un arte que domina Michel Bustillo, una
celebridad entre los sin papeles de Jerez. Lo adoran. Ha ayudado a
muchísimos. También a Hicham, que los perdió porque se metió en
una pelea que acabó en un juzgado. Los ha recuperado al ser
archivado el caso.
"No soy abogado, pero conozco muy muy bien
los entresijos de la ley de Extranjería. Conozco perfectamente bien
a cada chico y qué vía es la que mejor le puede venir",
explica Bustillo, de 48 años, de la ONG Voluntarios por Otro Mundo,
al que su empleo de administrativo en una atunera que pesca en el
Índico le deja mucho tiempo libre.
Con el paso de los años se ha especializado en
documentar a los chavales que llegan en patera, por la valla... o,
últimamente, en tabla de surf. No es raro toparse con él por las
calles de Jerez con jóvenes africanos que van a comisaría o al
Ayuntamiento a hacer gestiones para legalizar su situación.
Hicham lleva dos meses trabajando legalmente. De
doce a cuatro y de ocho a medianoche cocina hamburguesas y pizzas.
Por primera vez paga impuestos. Para que las autoridades le dieran
permiso de trabajo su jefa ha tenido que hacerle un contrato de un
año, demostrar que no tenía deudas con la Seguridad Social, ir a la
oficina de Extranjería y pagar una tasa de 198 euros.
Lograr un jefe así es casi una hazaña. El NIE
(el DNI de los extranjeros) que lleva en la cartera es para un año.
Cuando venza, debe cumplir esos mismos requisitos para que se lo
renueven.
Guillamondegui ha visto muy de cerca el cambio
que ha supuesto para el marroquí, al que ha orientado durante los
últimos dos años. "Nosotros teníamos primero un Hicham que
sabía que en cualquier momento podría venirle una orden de
expulsión y que se terminase su proyecto migratorio en España. Y el
otro Hicham es el que se permite tener otros objetivos aquí.
En ese stand by estuvo
estudiando, ganándose la vida, iba al rastro a vender cosas y con
eso tenía unos mínimos ingresos". Ella sabe bien de qué
habla. Vino a España tras el corralito de 2001 desde su Argentina
natal con su esposo y tres hijos. También fue una sin papeles.
Las fronteras de los países más ricos y
desarrollados han ido cerrándose en paralelo a la globalización. No
solo para quien busca prosperar. También para quien huye de la
guerra.
Los primeros sirios que escapaban en avión al
empezar los combates en 2011 descubrieron pronto que países europeos
les pedían visado incluso para hacer escala en sus aeropuertos.
Imposible huir en avión. Casi nadie aboga hoy por la política de
fronteras abiertas a cualquier inmigrante de cualquier lugar.
Pero los expertos en movimientos migratorios
insisten en que la única manera eficaz de frenar la inmigración
ilegal (que la creciente desigualdad y el abaratamiento de los viajes
han disparado) es abrir canales legales. Para dentro de 30 años la
población migrante se duplicará hasta 405 millones de personas
(algo menos que la población europea) y "Europa seguirá siendo
un destino prioritario para los migrantes, haya o no un sistema de
inmigración legal. Por tanto, es en el propio interés de Europa
gestionar ese flujo de entrada y enraizarlo en la economía formal",
afirma una nota estratégica publicada en 2015 por European Political
Strategy Center, un think tank de la Comisión
Europea.
El documento recuerda que países como Canadá,
Australia o Singapur han florecido gracias a la inmigración
regulada, que destaca como una fuente inmejorable de emprendedores y
gente innovadora. Cita al fundador de WhatsApp (la aplicación que ha
revolucionado cómo nos comunicamos) Jan Koum: llegó a California a
los 16 tras huir del antisemitismo en Ucrania. Él y su madre
vivieron de ayudas públicas y hace tres años (a los 38) vendió su
empresa por 16.000 millones de euros.
EE UU tiene fama de atraer a los más brillantes
y cada año sortea miles de permisos de residencia en la Green Card
Lottery. La UE, en cambio, tiene un programa para atraer empleados
super cualificados, la Tarjeta Azul, pero es casi testimonial
(Alemania con 17.000 permisos en 2016 lo copa; España dio 21).
Las más de 140.000 personas llegadas ilegalmente
por el Mediterráneo en lo que va de 2017 y las 2.665 que se han
ahogado en el intento, según el recuento de Acnur, evidencian que el
sistema vigente no funciona. Ni la UE recibe el talento y la mano de
obra que su envejecida población requiere para que la economía siga
creciendo y garantizar la sostenibilidad del Estado de bienestar, ni
los millones de necesitados en los países vecinos que aspiran a
prosperar tienen más opción que tentar a la suerte y a la muerte
"Ahora no protegemos las fronteras ni a los
que están en movimiento", afirma por teléfono desde Londres
Mattia Toaldo, italiano, experto en Libia, investigador del European
Council on Foreign Relations. Él tiene una propuesta detallada que
no requiere "reinventar la rueda": "Que la UE dé
visados para inmigrar legalmente a los países que acepten a los
[inmigrantes irregulares] deportados. Aceptar a los expulsados no
sería así un favor que nos hacen. Sería en interés mutuo".
Además, recalca, se desbarataría el lucrativo
negocio de los traficantes de personas y la UE sabría quién entra.
Ahora hay, según la Comisión Europea, al menos un millón de
personas sin papeles en la clandestinidad.
Toaldo sostiene que, en paralelo, la UE debería
tener un sistema eficaz y rápido para resolver las peticiones de
asilo, ahora atascado por el desembarco de solicitantes genuinos y de
otros que han visto en ello la única oportunidad de quedarse
legalmente en Europa.
La llegada de un millón de personas por mar
cortó en 2015 la respiración a Europa pero conviene ponerla en
perspectiva. Son sólo el doble de los rohingyas llegados en un solo
mes de 2017 desde Myanmar a la vecina Bangladesh. Con una diferencia:
unos llegan a un bloque de 500 millones de habitantes en economías
consolidadas y otros, a uno de los países más pobres y
superpoblados del mundo.
No obstante, el impacto en Europa ha sido
fulminante. El mayor desembarco de migrantes en el continente desde
la Segunda Guerra Mundial (incluidos dos millones de refugiados
acogiéndose a una ley internacional aprobada en 1951 por europeos
para europeos) ha derivado en triunfos electorales de partidos
antiinmigración en casi todo el continente: de Alemania a Grecia,
Polonia o Suecia.
Con ese discurso de fondo y tras los atentados
perpetrados por el ISIS (en un puñado de casos con participación de
inmigrantes y refugiados), los dirigentes de Europa han renunciado
parcial y temporalmente a una de las grandes señas de identidad de
la Unión, la libertad de circulación de personas. Algo que la
generación Erasmus y Ryanair da por supuesto, al tiempo que sus
mayores no olvidan lo que era vivir atrapado en las fronteras
nacionales y tener que pedir visado para viajar a buena parte del
mundo.
Sin embargo, el especialista Toaldo recalca que
la percepción de la ciudadanía sobre la inmigración varía
notablemente si es ilegal o no. Las encuestas muestran de manera
consistente tanto en Europa como en Estados Unidos o Australia, según
un estudio de Chatham House, que los llegados ilegalmente preocupan
muchísimo más. La inquietud en Europa ante los llegados ilegalmente
es hasta 40 puntos más que ante los que lo hicieron por las escasas
vías legales.
Hicham lleva ahora lo que define como una vida
normal. Una normalidad que para él es extraordinaria. Apuntarse al
gimnasio, comprarse una bici (de segunda mano) que te cambia la vida
en una ciudad tan extensa como Jerez, un móvil (nuevo), trabajar
ocho horas, cobrar a fin de mes.... Y salir a la calle con la
tranquilidad de saber que si un policía te para le puedes enseñar
tu DNI de residente. Lo próximo, aprender a conducir. Y ojalá, un
coche.
Pero tener ingresos implicó también que debía
dejar su piso, gestionado por una ONG. Fueron días duros. No
encontraba nada asequible, temía quedarse en la calle. En el último
minuto, Guillamondegui, su orientadora, le consiguió hueco en un
piso que gestiona otra ONG jerezana, Todos con Casa. Una vez más el
trabajo en red funcionó.
La única pega de tener papeles es que Hicham ha
tenido que dejar Alma de África. Los horarios son incompatibles con
su trabajo. "Cuando tenga tiempo para volver a jugar, vuelvo".
Bustillo, el señor de los papeles, va a plantear ahora un caso en
Extranjería con la ficha que la federación andaluza de fútbol ha
dado a un sin papeles y otros informes favorables. "Lo voy a
intentar, a ver si lo conseguimos". Destaca que "con la
oficina de Extranjería de Cádiz, siempre dentro de la ley, todo son
facilidades".
Hicham quiere ahorrar para visitar a su familia
en Marruecos e ir cargado de obsequios. Con papeles, puede volar por
41 euros en poco más de una hora y regresar a España en otra hora.
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