Trump rectifica y prepara una orden para evitar la separación de niños y familias migrantes sin papeles
elpais.com
La ola de protestas, dentro y fuera de Estados Unidos, por la
separación de niños y familias migrantes sin papeles ha forzado a Donald
Trump a dar marcha atrás en esta política.
La Casa Blanca está
preparando una orden ejecutiva que ponga fin a una práctica que ha
causado estupor entre los propios republicanos, provocado la condena del
Papa, la reprobación de Naciones Unidas y el rechazo de otros
Gobiernos, como el de Reino Unido. Trump ha explotado electoralmente el
discurso antiinmigración con éxito y sin contemplaciones hasta ahora,
pero el golpe a la infancia ha roto finalmente una costura.
“Queremos
mantener a las familias juntas. Es muy importante. Voy a firmar algo
pronto sobre inmigración que va a hacer eso”, confirmó Trump esta
mañana. De confirmarse, se trataría de una rectificación en toda regla
del presidente de EE UU, quien siempre saca pecho por su dureza
negociadora y había tomado el drama de los niños sin papeles como moneda
de cambio para lograr una legislación migratoria más dura.
EE UU ha empezado a separar desde abril de forma
generalizada a las familias que intenta entrar ilegalmente, después de
un cambio de criterio de la fiscalía. Bajo una nueva doctrina de
"tolerancia cero", todo inmigrante indocumentado se considera un
delincuente y se le procesa judicialmente como tal, aunque no tenga
antecedentes penales, por eso los niños no pueden seguir junto a ellos y
son separados. La crisis estalló en la opinión pública en los últimos
días, cuando se hizo público que en el lapso de apenas seis semanas,
entre el 19 de abril y 6 de junio, la Administración había separado a
unos 2.000 niños, a veces bebés, de sus progenitores o familiares
adultos.
La repulsa a esta situación fue creciendo y generalizándose
hasta lograr algo tan improbable como que Donald Trump, el brazo de
hierro de la migración, el magnate que alardea de negociar con dureza y
ganar cualquier pulso, haya prometido una marcha atrás. Han hecho falta
imágenes de hileras de niños entre tiendas de campaña y grabaciones de
sus llantos dando la vuelta al mundo. "El dilema es que si eres débil tu
país se va a ver abrumado con gente, si eres fuerte, entonces no tienes
corazón. Quizá prefiero ser fuerte", reflexionó ante los reporteros.
La nueva orden ejecutiva de la que habla, de hecho, busca
mantener esa dureza y puede desencadenar una batalla legal. Un fallo
judicial de 1997 -ratificado después por otras sentencias- conocido como
el acuerdo de Flores estableció que ningún niño puede permanecer en un
centro de detención más de 20 días aunque esté con sus padres. Con la
nueva política de separación de los menores, este límite ya no afectaba a
sus progenitores. Si Trump quiere mantener la doctrina de "tolerancia
cero", como él mismo ha dejado claro, tendrá que alterar estos plazos
por alterar los plazos. Fuentes de la Administración señalaron se
tratará de mantener a las familias juntas y acelerar sus procesos
judiciales.
El demócrata Barack Obama, también aplicó la doctrina de la
tolerancia cero en la frontera cuando se enfrentó a oleadas de
inmigración irregular, pero hacía excepciones con los adultos que iban
acompañados de niños y también con aquellos que cometían su primera
infracción. Y su predecesor, el republicano George W. Bush, también
aceleró los juicios y generalizó los cargos openales contra los sin
papeles, pero mantuvo a las familias unidas de forma generalizada.
Estos días Trump ha estado justificando que la medida no
implicaba más que el cumplimiento de la ley y que era responsabilidad de
los legisladores cambiarlo con una nueva normativa. Pero esta práctica
no responde a ninguna legislación y el hecho de que este miércoles
anuncie una orden ejecutiva para frenarlo lo demuestra. Es más, ni
siquiera necesitaría esa orden si se replantea la práctica de la
tolerancia cero.
El presidente citó de una medida "preventiva" para
evitar las separaciones que en última instancia se convierta en
legislación, pero el debate sobre inmigración lleva meses bloqueado en
el Congreso sin arrojar ningún consenso de reforma.
Trump ha estado presionando a los legisladores para lograr
una reforma migratoria que endurezca los controles, frene las entradas
también legales y asigne un presupuesto de 25.000 millones de dólares
para el muro que quiere construir en la frontera con México. No hay
acuerdo con los demócratas ni con muchos de los propios republicanos
para una legislación y el presidente ha tratado de forzar un acuerdo,
primero amenazando la permanencia de los dreamers o soñadores
(jóvenes que entraron sin papeles siendo niños y han crecido en EE UU),
algo que paralizó un tribunal, y ahora culpando a los legisladores de la
separación de familias.
El trauma de los niños ha hecho esta vez de juez. El martes
por la tarde Trump participó en una reunión con congresistas
republicanos que le instaban insistiendo en su doctrina. Esa la noche,
en un restaurante mexicano de Washington DC, Kirjsten Nielsen, la
secretaria de Seguridad Interior de Trump y su principal portavoz y
defensora en este conflicto, fue abucheada. Por la mañana, El Papa
Francisco también lo había criticado en una entrevista con Reuters. "No
es fácil, pero el populismo no es la solución", dijo en apoyo de la
postura de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, que ha calificado
de "inmoral" y "contrarias a los valores católicos" estas medidas. La
primera ministra británica, Theresa May, también lo tildó de "error".
Y así una retahíla de crítica que se sumaban a las de tres
ex primeras damas estadounidenses, republicanas y demócratas, múltiples
legisladores republicanos y el alto comisionado de Naciones Unidas para
los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad al-Hussein, calificó la separación de
“abuso infantil”.
Trump llegó a la Casa Blanca aupado, entre otros mensajes,
por un fuerte discurso antiinmigración -la irregular pero también la
legal- cargado en ocasiones de un lenguaje xenófobo. Su política
coincide con una ola de nacionalismo que también sacude a Europa y que
ha cristalizado ya en Gobiernos como el de Hungría o el de Italia. En
Estados Unidos, el conflicto ha estallado además en un momento de
repunte de inmigración irregular, pero lejano aún del que Barack Obama
afrontó en 2014. Algunas de las imágenes de niños en salas separados por
rejas, como si fueran grandes jaulas, corresponden a ese año.
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